Español 4to - 6to

Rocío no para de contar

Autora: Georgina Lázaro (puertorriqueña)


El sábado, cuando fuimos a casa de mi abuela, no asomamos al patio de atrás y vimos que por fin habían madurado los mangoes. Algunos ya habían caído al suelo. Abuela nos pidió que la ayudáramos a recogerlos.

–¡Claro que sí, Bueli! – le dije, y corrí a la cocina a buscar una bolsa y echarlos.

Mientras tanto, Claudia y yo fuimos recogiendo todas las demás frutas y clasificándolas. Separamos las más maduras para la mermelada. Eran catorce en total.

– ¡Huuuum! Habrá mermelada suficiente para el batallón – dijo Bueli, mientras a mí se me hacía agua la boca sólo de pensarlo.

Luego separamos los mangoes pintones del resto, para dejarlos madurar por unos días en la canasta de la cocina.

–Se cayeron muy pronto del árbol por la ventolera de ayer por la tarde – explicó mi abuela, y le dio la canasta a Rocío para que las recogiera.

Rocío siguió con sus cuentas:

–Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho….

–¿Cuántos quedan? –preguntó mi abuela. Y enseguida Rocío empezó a contarlos. Tuvo suerte, quedaron catorce.

–Vamos a escoger uno cada una para comerlos debajo del árbol – dijo Bueli y no tuvo que volver a decirlo. Cada una cogió el suyo y nos sentamos en la sombrita a saborearlo.



Mi abuela se lo comió con un arte de princesa, sin ensuciarse ni un dedo. En cambio, mis hermanas y yo terminamos el banquete con la cara pitada como payasas.

Esa tarde nos quedamos con Bueli en la cocina. La ayudamos a mondar los mangoes y mantener todo limpio. Cuando estuvo lista la mermelada, mi abuela fue derramándola dentro de los frascos de cristal que tenía ya preparados.

– Éste es para ustedes –dijo mientras echaba mermelada en el frasco más grande –. Éste es para doña Rita; éste, es para tío Carlos, Este otro es para titi Luli; éste, es para don Juan… y ya veremos a quién le regalamos estos cuatro que quedan.


Más tarde, cuando llegaron mis papás a buscarnos, Bueli le dio a mami el frasco de mermelada y a Rocío, una bolsa de mangoes. En lo que nos despedíamos de abuela con besos y más besos, mi hermanita, sin perder tiempo, sacó los mangoes de la bolsa y comenzó a contarlos. ¡Qué manía! No sé qué será de nosotros cuando sepa a contar hasta cien.

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